Y si se enferman ¿tienen algún seguro de viaje?

Una de las preocupaciones que acostumbra a tener cualquier viajero es la posibilidad de caer enfermo en la ruta. Tal vez en una zona desolada, sin una clínica decente a kilómetros de distancia. Antes de iniciar un viaje de largo recorrido, vamos al hospital para que nos dejen los brazos como coladores con todas las vacunas prescritas por el médico. Nos pinchamos desde la antitetánica hasta la fiebre amarilla que, por cierto, para que te la pongan tienes que firmar un documento conforme si contraes la enfermedad y mueres es bajo tu responsabilidad. Y hay un porcentaje de mortalidad comprobada.

Para otras enfermedades, como el dengue, somos conscientes de que no hay vacuna posible, de manera que llenamos el botiquín con remedios para que no nos piquen los mosquitos y, de esta manera, reducir también el riesgo de contraer otras enfermedades, como por ejemplo la malaria. El botiquín lo llenamos con decenas de otros medicamentos, por si nos entra la gripe, por si nos sube la fiebre, por si tenemos diarrea… aunque después, cuando te pongas enfermo justamente necesitarás ese medicamento en el que no pensaste. Es la ley de Murphie. Siempre se acaba cumpliendo.

Y cuando ya pensamos que lo tenemos todo más o menos cubierto viene la pregunta del millón. ¿Hace falta contratar un seguro de viaje? Desde la mentalidad occidental de intentar tenerlo todo bajo control, bien planificado y estructurado, se trata de una opción que puede parecer bastante interesante. Cualquier gasto hospitalario, cualquier problema de salud quedará cubierto con un buen seguro. Incluso, en caso de fallecimiento se harán cargo de todos los trámites y todos los gastos. Claro, que si te mueres se ha terminado el viaje. ‘Game over’. Tal vez no hace falta que la planificación llegue hasta estos extremos.

El principal inconveniente de contratar un seguro cuando vives viajando es el precio exagerado que debes pagar anualmente a cambio de tener una falsa sensación de tenerlo todo bajo control. Antes de lanzarnos a la ruta, cuando preguntamos precios, y tras informarnos en diversas compañías, se nos quitaron las ganas. Así que optamos por no contratar ningún seguro. Y conforme hemos ido avanzando hemos podido comprobar que la gran mayoría de viajeros de largo recorrido tampoco tienen.

Posiblemente os preguntaréis si la hemos encontrado a faltar en estos dos años y tres meses. Y la respuesta es que no. No es que no hayamos tenido ningún problema de salud. Cuando llevas más de un año en la ruta es difícil no haber tenido que pasar, aunque sea una vez, por algún centro de salud o hospital. El caso es que, haciendo cuentas, nos ha salido mucho más barato pagar por las consultas o las intervenciones que hemos precisado, que sufragar la cuota anual de un seguro. En algunos países, como en Argentina, tienen un sistema de salud pública universal que cubre hasta  a los extranjeros. En varias ocasiones pasamos por el ambulatorio sin pagar ni un peso. También en el Paraguay pasamos por un hospital público, donde nos atendieron de forma gratuita, mientras que en otros países simplemente toca pagar para que te visiten en una clínica privada o pública.

Hay que tener en cuenta que para ingresar en algunos países, como en Cuba, necesitas tener contratada un póliza de salud. En caso contrario, no te dejan entrar. En un caso como este, no cabe duda que se debe contratar si quieres pasar, pero se puede hacer para los días en los que estarás en el país, básicamente para cubrir la estancia. Finalmente, contratar un seguro de viaje cuando entras en un país por un tiempo limitado o cuando te vas de vacaciones durante unas semanas poco tiene que ver con tener una cobertura por años. Pero finalmente, la decisión depende de cada persona y de cada bolsillo. Es una opción personal. Nosotros optamos por seguir este camino y de momento nos está funcionando.

Lo que tenemos claro es que si acabas contrayendo una enfermedad en medio de la nada, de poco servirá tener un seguro contratado. Y en el caso que eso sucediera en un punto bien comunicado y donde la operación médica no fuera asumible económicamente preferiríamos invertir el dinero ahorrado en el seguro en tomar un vuelo que nos llevase hasta casa. En relación a las enfermedades o intervenciones menores, siempre hay uno u otro hospital o ambulatorio donde te puedan atender por un precio más o menos asequible. Es evidente que pueden surgir complicaciones. Pero acostumbran a ser puntuales. Y después el viaje siempre continúa. Por suerte, tenemos la capacidad de recuperarnos prácticamente delante de cualquier adversidad y seguir adelante, ya sea en el viaje o en la vida.