Hace unas semanas fuimos a comprar frutas y verduras a la tienda del barrio de Popayan donde estábamos instalados con la furgoneta, cerca de la rotonda de la Chirimía.
Marta se quedó mirando fijamente un pájaro enjaulado que hay en el comercio del lado de la verdulería donde íbamos habitualmente. Se acercó, angustiada, y se puso a llorar preguntándome por qué lo debían tener allí encerrado.
Cualquier día lo hará. No podrá reprimir sus instintos ni la empatía que la une con los pájaros que se encuentran privados de libertad y empezará a abrir todas las jaulas que se vaya encontrando para que las pobres bestias vuelvan a su lugar.
Unas semanas más tarde llegamos a la finca Guadalajara, cerca de Cali. Allí, Coni y Wil, una pareja amiga de un amigo del Facebook que vive en Bogotá, nos acogió como si nos conociesen de toda la vida. Con los dos nos sentimos como en casa desde el primer momento.
Cuando entras en la acogedora casita de campo donde viven te llama la atención la gran cantidad de figuritas de origami que hay por todas partes. Decenas de grullas de papel de todos los colores decoran los tiestos y las ventanas de las habitaciones.
A un lado del portal hay una gran jaula esférica. La puerta está abierta y a su alrededor hay mariposas de papel. También hay una gran mariposa hecha con alambre. Dentro de la jaula, tres pájaros de papel descansan en un lado, acompañados de un pequeño cactus.
Además de ser una apasionada por el origami y las artes escénicas, Coni, y también Wil, tienen el espíritu libre. Algún día abandonarán la bella finca donde viven y lo dejarán todo para marchar a viajar por el mundo…
A unos 100 metros de su casa se encuentra el hogar de Samir y su familia, que trabajan en el mantenimiento de la finca. Ellos también tienen una jaula, todavía más grande. Con un loro que saluda cuando pasas y que te dice que come cacao.
Rebeca tiene la mitad de cuerpo desplumado. Prácticamente se le pueden ver los huesos de las alas y está tiritando casi de forma permanente. Cuando le pregunto a Samir me explica que tiene algún tipo de hongo y que el anterior propietario no la trataba demasiado bien. Posiblemente, por el mismo estrés, el animal no deja de arrancarse las plumas de sus propias alas.
Animados por Coni, que no soporta ver a Rebeca encerrada dentro de la jaula, la familia de Samir le abrió un día la puerta para que marchase y pudiera disfrutar de la libertad que se le había privado, tal vez desde el día en que nació.
Pero Rebeca no quiere salir. Como mucho, se acerca hasta la puerta. Mira al exterior sin los barrotes y se vuelve hacia dentro, a disfrutar de la seguridad de su hogar. Ya ha estado demasiado tiempo allá dentro como para animarse a salir a un lugar desconocido, lleno de peligros e incertidumbres.
Marta se la queda mirando. Le da pipas de girasol. Le dice que no tiemble, que no debe de temer nada, que puede estar tranquila. Pero la pobre bestia sigue estremeciéndose.
Las pocas plumas que le quedan tienen unos colores maravillosos, con degradados que van desde el verde y el amarillo hasta el rojo y el negro. Además tiene la capacidad de imitar lo que dicen los humanos. Tal vez por eso alguien decidió un día que viviría enjaulada por el resto de su vida, simplemente para alegrarle la vista y los oídos a cambio de una vida tranquila pero privada de libertad.
«El hombre moderno es como el pájaro enjaulado», concluye Marta con tristeza.
Me quedo mirando a Marta. Después a Rebeca, y creo entender lo que quiere decir. Instalado en su zona de confort, el hombre vive en una cómoda y segura jaula, convencido de que la felicidad se encuentra en tener una buena casa y la comida siempre servida en el plato, además de muchas otras posesiones materiales que alguien nos convenció que debíamos comprar para ser felices.
Posiblemente a Rebeca también le habría gustado formar una familia y tener hijos. Ella se limita a comer, cagar y contestar cuando la gente se le acerca para escuchar cómo imita, posiblemente, a la misma persona que la enjauló. La misma persona que vive encerrada, sin ser consciente, en su propia jaula. «Hola. Me gusta comer cacao», repite mientras se arranca, de forma compulsiva, las plumas de las alas que un día le sirvieron para volar.
9 comentarios en “El hombre moderno es como el pájaro enjaulado”
Sí nos dio tristeza también. Y ahora que hemos vuelto a Finca Guadalajara nos motiva ver la libertad en todos los pájaros que rondan.
Es triste la historia de la hermosa Rebeca, a su vez saber que ya no esta aquí de esa manera ..alivia el corazón.
Certamente nós vivemos em um mundo louco, por isso vamos viver como nós sentimos que temos de viver antes de se transformar em maluco também.
Um abraço grande, estimada Carla!
Marià, que bela reflexão…e o mais triste de tudo isso é que quando alguém decide sair da gaiola para experimentar o diferente, é chamado de louco, de irresponsável. Na minha opinião, louco é quem não experimenta, louco é quem vive uma vida morna, sem sentido, sem questionar!
Grande abraço amigo, espero em breve encontrar vocês na estrada !!!
Hola Virginia.
Tienes toda la razón con esta última reflexión, que liga directamente con la concepción de competencia o de cooperación que nos inculcan desde pequeños en casa, en la escuela… todo cambia según la concepción que uno tenga del mundo. Si acabas teniendo una visión plenamente competitiva, sin la parte cooperativa, estás sin duda inmerso en ese tipo de actitud de pisar al otro para que no te pase por encima. Y la historia se repite en cada uno de los niveles. El patrón sobre el trabajador, el blanco sobre el negro y el indígena, el rico sobre el pobre, los humanos sobre el mundo animal…
Gracias Mauricio. Así estamos… al menos escribir algo que de para pensar y reflexionar sobre esta manera extraña que tenemos de actuar los humanos.
Gran conclusion amigxs!!! me hace acordar a los primeros minutos del gran documental «de la servidumbre moderna»
https://www.youtube.com/watch?v=KjXN_qFyIrI
(vayan al minuto 7:30)
ya nos cruzaremos por el camino! me saludan a los otros rajatablas cuando los vean!!!! abraxos internacionales!!!
Ay chicos! Se me congeló el alma, pienso en Rebeca (y en la mala suerte de todos los animales privados de su libertad) y se me escapan las lágrimas. Su reflexión es simplemente excelente.
Yo estoy hace unas semanas pensando en algo parecido. Vi un globo aerostatico y pensé por qué siempre que se habla de sueños, se lo relaciona con estos globos o con el volar. Y claro, los humanos no podemos volar como los pájaros, necesitamos ayuda de alguien o algo. Y mi reflexion, triste triste, es preguntarme por qué entonces si tanto añoramos poder volar privamos de esa posibilidad a los que nacieron con ese beneficio.
Luego de leerlos, pienso en el paralelismo que se produce cuando no solo privamos de esa libertad a los pajaros sino que cuando vemos que alguien tiene una virtud, muchas veces la envidia o lo no se qué, produce que queramos «cortarles las alas».
Qué triste, ¿no? En vez de buscar la forma de volar nos es mas facil que nadie vuele para que no me moleste no intentar hacerlo. 🙁 🙁
Muy buena reflexión, la realidad de estos tiempos modernos, y la inversión de valores.