En nuestro paso por la cordillera de los Andes nos ha sorprendido la riqueza de los textiles que lucen sus gentes, no tan sólo por el gran colorido y el simbolismo de sus imágenes, sino también por la función social que desempeñan. Los vestidos y los gorros identifican a los miembros de una comunidad o región, diferencian a los casados de los solteros e incluso señalan quien representa la autoridad en la comunidad.
En la parte peruana del lago Titicaca hemos tenido la oportunidad de conocer de primera mano la magia y el significado de unos trabajos que todavía se realizan a mano, con el telar tradicional, aunque nuestra primera experiencia ha sido a medias. Guiados por un tour organizado llegamos hasta la isla de Taquile, famosa por sus textiles, declarados patrimonio de la humanidad por la Unesco.
La falta de tiempo propia de este tipo de tours de un día y el carácter turístico de esta parcela de tierra perdida en medio del Titicaca hizo que no tuviéramos el tiempo ni la confianza suficiente para conversar profundamente con alguno de los artesanos de la comunidad.
Y por otra parte nos negamos a pagar por hacerle una foto vacía de contenido a alguno de los pobladores que, hartos de que los turistas lleguen como hordas desde el pequeño puerto dispuestos a ametrallarlos a fotografías como si fueran piezas de un museo viviente, acostumbran a cobrar a cambio de cada instantánea.
Así que en Taquile hemos tenido que conformarnos con algún plano general y con la explicación del guía. De esta manera hemos comprendido que los chicos con gorro alargado son los solteros de la comunidad, y que la cola del gorro no sólo sirve para protegerse del sol, sino también para reflejar su estado anímico. Por sorprendente que parezca, lo colocan colgando al lado derecho o izquierdo de la cara según si están de buen o mal humor. Y parece que en general estaban contentos.
También nos ha llamado la atención que muchos de los hombres lleven un zurrón de colores de donde sacan hojas de coca para mascar. Se trata de los casados de la comunidad. Si en la cultura occidental nos distingue el anillo aquí llevan estas bolsas que además de contener la planta sagrada de los pueblos originarios de la zona tiene también otro sentido simbólico: para saludarse se intercambian las hojas de coca en lugar de darse la mano.
Aunque la explicación del guía fue interesante, una vez más llegamos a la conclusión de que los tours organizados no son para nosotros y que preferimos mezclarnos entre la gente para conocer sus costumbres y tradiciones, así que decidimos ir hasta la siguiente isla por nuestra cuenta.
De camino, nos encontramos con una mujer ataviada con un simpático gorro con forma de alas y decorado con pompones multicolores que hace autoestop, así que paramos a recogerla. Nos cuenta que hoy es día de mercado y nos pide que recojamos a un grupo de gente que espera en la vereda. Paramos de nuevo y empieza a entrar gente en la furgoneta. ¿Cuánta gente cabe en la Saioneta? En este corto trayecto la parte trasera se llenó con los colores de tres mujeres y dos hombres de campo que iban a vender sus productos al mercado.
En Llachón, a orillas del lago, Félix y su familia nos abren las puertas de su casa y nos muestran algunas técnicas para tejer sus ponchos y jerséis. La mujer de Félix, que justamente está tejiendo un poncho para una fiesta ceremonial, donde serán los anfitriones de todo el pueblo. Nos encantan los colores del poncho y nos explica que cada uno simboliza los distintos colores de la naturaleza: el agua, la tierra, la hierba… todo tiene que ver con la Pachamama, a quien rinden culto.
También nos explican los secretos de sus gorras de pompones. Son los atavíos de las mujeres casadas, mientras que las niñas llevan unos gorros muy alargados, completamente distintos. Cuando le preguntamos a Félix por su gorro negro de ala ancha nos aclara que todos los ciudadanos que representan a la autoridad o que en algún momento fueron la autoridad en el pueblo lo llevan.
En Cusco, la antigua capital de los incas, volvemos a sorprendernos con los vestidos y los gorros típicos de la zona, aunque aquí volvemos a estar en un contexto hiperturístico. Las mujeres y las niñas pasean con sus trajes típicos llevando consigo una llama o una cría de oveja para llamar la atención de los turistas y ganarse unos soles a cambio de una fotografía, que tampoco hemos hecho, aunque sí nos hemos encontrado con grupos folklóricos de música que exhiben libremente sus atavíos.
Aquí también hemos conocido a Carlos, el propietario de Casa San Blas, un alojamiento bien peculiar cuyas paredes están decoradas con textiles de los Andes. Carlos nos explica la mística de los tejidos. y el significado de la palabra quechua Pallay, que tanto significa el arte de tejer con diseños como la cosecha.
«Las mujeres de los Andes plantan para nutrir su cuerpo, mientras que el arte de tejer nutre su espíritu«, nos explica, una técnica que nos deja infinidad de historias tejidas a través de los textiles. Cada figura contiene una reflexión, una historia cotidiana que, a través de las telas, se ha transmitido de generación en generación hasta nuestros tiempos.
2 comentarios en “La magia de los textiles en los Andes”
Completamente de acuerdo, Esteban!!!
Que lindo es el Perú y cuanta historia y costumbres por descubrir.