Teatro, música, pintura… las diferentes manifestaciones artísticas se dan cita a diario en las calles y las plazas de Londres, algunas de las cuales se convierten en un auténtico circo al aire libre durante el fin de semana.
Las actuaciones espontáneas de músicos, actores, dibujantes y oradores es uno de los atractivos de una ciudad en la que conviven la modernidad y la tradición. La multitud se acumula alrededor de los improvisados artistas o de los miembros de la guardia real en el momento del cambio de guardia, un acto que llama especialmente la atención a los turistas que visitan la capital británica.
La ciudad de las compras también tiene un espacio importante para la cultura, dentro y fuera de las galerías. Desde el cambio de guardia de los soldados de la guardia real, en el palacio de Birmingham, hasta el rap espontáneo improvisado por tres amigos en alguna de las callejuelas; desde Covent Garden hasta Trafalgar Square; desde el Kamden Market hasta el músico que toca por los pasillos del centenario metro. Cada uno de esos rincones se convierte durante el día en un teatro, un lienzo o un escenario montado para la ocasión.
Los artistas salen a la calle, con su pincel, su guitarra o a lomos de su esbelto caballo, y los turistas, algún curioso o los ciudadanos que pasean, sin rumbo fijo, por las calles de Londres, se interesan por la obra. Los artistas menos acostumbrados captan la atención del público tan solo durante unos momentos, mientras que los más atrevidos y originales llenan durante horas su temporal puesto de trabajo. Pero, más allá de la mayor o menor calidad de cada espectáculo, de cara al público, uno de los encantos de Londres es precisamente la variedad artística que brinda cada jornada, especialmente los fines de semana.
De camino a Covent Garden, un sábado cualquiera al mediodía. Suena una guitarra de fondo y los acordes atraen a un transeúnte hasta la plaza. Un cantante, acompañado por su guitarra eléctrica, un sintetizador y un pequeño altavoz, obsequia aquel que quiera escucharlo con una acertada versión de Wish you were here, de Pink Floyd. Una segunda persona se une al transeúnte, encantado por la melodía, y de repente una multitud rodea al cantante, que acaba el tema y empieza con el siguiente, después de recor- dar que vende un cd recopilatorio por 9 euros. No muy lejos, otro artista prepara los instrumentos y aún un tercero comienza a llamar la atención de los visitantes.
El trayecto hasta Trafalgar Square puede convertirse también en una interesante experiencia artística, ya
sea en metro o a pie. Si optamos por la última opción, podemos encontrarnos con un grupo improvisado que utiliza unos cubos de basura como percusión mientras rapean algunos versos. Si, por lo contrario, optamos por no caminar, el metro de Londres ofrece, en sí mismo, diferentes espectáculos. Los vagones y los andenes acostumbran a incluir rótulos con fragmentos de poesía o otras expresiones artísticas, mien- tras que los pasillos cuentan con sus puntos de música, ocupados por músicos o cantantes que, al menos en la mayoría de los casos, amenizan el trayecto.
Una vez llegados a Trafalgar Square, nos topamos con la National Gallery, que alberga una de las colecciones de pintura europea más completa, con obras como Los girasoles, de Van Gogh, o La V enus del espejo, de Velázquez. Delante del edificio, los artistas han aprovechado para crear una segunda galería. El pavimento de Trafalgar Square se convierte durante los fines de semana en un lienzo gigante, que al final del día se llena de pinturas efímeras, realizadas a menudo con tizas de colores. Aunque la pintura predomina, el teatro y la música también acostumbran a estar presentes a las puertas del museo.
No obstante, por las calles de Londres, el espectáculo va más allá de las formas clásicas de arte. Minutos antes que los soldados de la Reina salgan a hacer el cambio de guardia en el palacio de Birmingham, centenares de curiosos esperan para poder ver desde un sitio privilegiado la representación, una de las muestras més típicas de la tradición y el folklore británico.
Poco tiene que ver el tráfico acompasado de los soldados y los caballos con otra de las grandes atracciones londinenses, que concentra también un buen número de visitantes: el Kamden Market. Aunque se trate de un mercado gigante donde se puede encontrar prácticamente cualquier artículo no convencional, pasear por este barrio ya constituye un espectáculo, especialmente durante el fin de semana, cuando las crestas multicolores imposibles de los punks y el ambiente habitual de la zona ya justifican la entrada.