Antes de llegar a Bariloche nos comentaron que allí disfrutaríamos de una de las siete mejores vistas del mundo. Creo que este tipo de catalogaciones son un poco atrevidas, ya que debe de haber cientos de rincones maravillosos en este planeta sin límites. No obstante, hay que admitir que las vistas lacustres que ofrece el cerro Campanario son realmente privilegiadas.
Desde la ciudad de Bariloche, nos lanzamos a recorrer el circuito chico, un paseo interesante que transcurre por caminos rodeados de naturaleza y pueblecitos pintorescos, además de llegar hasta diversos miradores, como el cerro Campanario, dónde subimos en telesilla para comprobar si realmente ofrece una de las mejores vistas del mundo. Situado a 1.050 metros de altura, sus vistas de 360 grados permiten ver el lago Nahuel Huapi, el Perito Moreno, la laguna el Trébol, las penínsulas de San Pedro y de Llao Llao y la isla Victoria. Un regalo para los ojos y para los sentidos.
Hay que decir que en la mayoría de los casos los paisajes no nos quitan el sueño. Prácticamente siempre que visitamos un pueblo o una ciudad valoramos mucho más la gente que nos encontramos que las maravillas naturales o arquitectónicas del lugar. En Bariloche hemos tenido unos anfitriones de lujo, Flor y Matías, una pareja de viajeros que nos han acogido en su casa durante unos días.
Tras pasar unos días fantásticos en buena compañía, filosofeando y tocando decenas de instrumentos musicales con Matías y hablando de lugares lejanos y de libros de viajes con Flor, tenemos claro que intentaremos volver a Bariloche, no por sus increibles vistas panorámicas ni por su entorno natural, sino para volvernos a reencontrar con nuestros amigos viajeros.