En general, la mayoría de gente que nos hemos cruzado en el camino considera que viajar es caro. Muy caro. Incluso, muchas personas no conciben que puedas vivir viajando por el mundo por tratarse de una actividad reservada a unos pocos. No obstante, salvo algunas excepciones contadas, la mayoría de viajeros de largo recorrido que hemos conocido no son precisamente ricos, sino gente trabajadora que día a día se las ingenia para seguir viajando.
¿Cómo se explica esta paradoja? ¿Realmente es tan caro viajar?
Todo depende de cómo se viaje. Sin duda, marchar quince días o un mes de vacaciones con la familia a un destino exótico o alejado de casa acostumbra a resultar bastante caro. Los billetes de avión encarecen mucho el viaje. El alojamiento y la manutención diaria -si no es un destino especialmente económico- hacen subir bastante la factura. Y finalmente, cuando estás trabajando durante todo el año y te vas unos días de viaje, por poco que puedas permitírtelo, vas a hacer algunos extras: regalos para la familia, souvenirs del lugar, alguna cena especial, aquel lujo con el que soñaste mientras pasabas horas trabajando delante del ordenador, deseando que llegaran las vacaciones de verano…
Pero un viaje de largo recorrido, que se alarga durante años, poco tiene que ver con unas vacaciones. El planteamiento es bien diferente. Y los gastos también. En primer lugar, porque se viaja de otra manera. Sin prisas. Tu vida es el viaje. Dedicas todo el tiempo a viajar. Y los gastos que tendrías en 15 o 30 días de vacaciones se distribuyen en un período de tiempo mucho mayor. En segundo lugar, porque te acostumbras a vivir con poco. El propio viaje, las experiencias que vives en el día a día, todo lo que aprendes en cada lugar ya es un aliciente por sí mismo. Y el consumir por consumir va pasando a un segundo plano.
Técnicas para gastar menos
El viajero de largo recorrido va a buscar la manera de reducir los gastos en la ruta, precisamente porque quiere seguir viajando durante mucho tiempo. Finalmente se trata de gastar poco para viajar más. Cada uno se las ingenia a su manera para reducir los tres gastos básicos del viajero: transporte, pernocta y comida.
Sobre el transporte, hay quien se cuelga una mochila a la espalda y hace dedo, encomendándose a la buena voluntad de los automovilistas para reducir –o anular- los gastos de transporte. Otros optan por viajar en bicicleta, un medio que también reducirá mucho los gastos, además de asegurarte un buen nivel de forma física. Y algunos incluso se marcan el reto de hacer el viaje a pie, poniendo a prueba su fuerza física y mental.
Para reducir los gastos de alojamiento, una buena opción es el coachsurfing, u otras técnicas que te permitan llegar hasta domicilios de particulares que reciben a viajeros sin costo alguno. Los amigos del Facebook o las asociaciones con las que tienes intereses en común también pueden facilitarte alojamiento o ayuda en el viaje, de manera que una buena red de contactos puede facilitar bastante las cosas. También está la opción de llevar una tienda de campaña entre el equipaje y usarla siempre que sea posible. E incluso hemos conocido a algún viajero que, durante algunos días, ha optado por dormir debajo de un puente o en una cueva situada frente al mar.
Y con respecto a la comida, prácticamente todos optamos por comprar los alimentos en mercados, o directamente a particulares, una práctica que, además de ayudar a reducir la factura alimenticia, facilita el acceso a alimentos más ecológicos. Llevar una cocinita portátil es otra buena opción para poder cocinar tus propios platos, en lugar de tener que ir habitualmente de restaurante. Incluso algunos viajeros optan por mantener una dieta lo más económica posible.
Por extraño que parezca, vivir viajando acostumbra a ser más barato que vivir en la estabilidad de una casa, donde además de los gastos diarios de transporte y comida, hay que sumar las facturas del agua y de la luz, y el alquiler o la hipoteca del piso.
Ventajas y desventajas económicas de viajar en camper
En nuestro caso, optamos por viajar en un vehículo vivienda. Y durante la ruta ya nos encontramos con unos cuantos, por las muchas ventajas que comporta. En el ámbito económico, sobretodo te ahorras pagar hoteles y restaurantes.
Habitualmente cocinamos en la furgoneta. Comemos lo que queremos y a un precio reducido. Y siempre que podemos compramos en los mercados. Además, prácticamente siempre que comemos en la furgo optamos por platos vegetarianos, ricos en frutas, verduras, legumbres y cereales, que habitualmente se pueden encontrar a buen precio, y nos reservamos el consumo de carne y pescado para cuando comemos fuera.
Y por otra parte, dormimos en la furgoneta, y habitualmente lo hacemos sin pagar nada. Acostumbramos a parar a dormir en una plaza o una calle céntrica, delante de un paraje natural o en una estación de servicio. Únicamente pagamos camping u hotel cuando es la única opción posible por cuestiones de seguridad o si las temperaturas son demasiado extremas. Y en las grandes ciudades, acostumbramos a contactar con los clubes de kombis, en los que siempre hay algún socio que te presta un lugar en su patio o te invita a compartir unos días en su casa. En algunas ocasiones, también han sido los propios amigos del Facebook, a menudo aficionados a los viajes o a los vehículos camper, los que nos han contactado para que pasemos por su casa y compartamos nuestras experiencias durante unos días.
En un viaje en camper, lo más caro acostumbra a ser la gasolina, pero los gastos de transporte también son relativos. Si tienes un mes o quince días de vacaciones para recorrer un país van a ser muchos los kilómetros que vas a tener que hacer en poco tiempo. Tal vez incluso optes por tomar algún vuelo interno para poder aprovechar mejor tu estancia en el país visitado. No obstante, si tienes la posibilidad de viajar sin prisas puedes distribuir esos kilómetros en un período de tiempo mucho mayor.
En el caso del viajero de largo recorrido la principal limitación puede ser el tiempo del visado, pero aún así, acostumbras a tener 3 meses por país, a menudo prorrogables a medio año. El tiempo suficiente para conocer el lugar en profundidad y poder fraccionar los gastos en concepto de transporte.
En contrapartida, una dificultad con la que nos encontramos los que optamos por viajar en camper son los transportes intercontinentales. El transporte se encarece especialmente cuando no se puede hacer por vía terrestre y hay que hacerlo por vía marítima o fluvial, de manera que viajar de un continente a otro supone haber ahorrado una buena cantidad previamente. En una ruta a través del continente americano, este gasto extra también llega cuando hay que cruzar el canal de Panamá, ya que, a pesar de tratarse de un corto recorrido, hacerlo en vehículo es caro. Normalmente, los viajeros optan por buscarse un compañero de contenedor con el objetivo de compartir los gastos del barco y reducir el presupuesto en esta fase del viaje.
Las reparaciones y revisiones mecánicas suponen un gasto extra que harán subir el presupuesto anual, y que de alguna manera hay que prever, ya que haciendo tantos kilómetros siempre aparece alguna reparación. Y en algunos casos puede para el viaje durante semanas, meses, o incluso durante años.
Aunque leyendo esta serie de posts puede parecer que en un viaje de largo recorrido todo es fantástico, quiero explicar la experiencia de unos amigos argentinos, que demuestra que también surgen dificultades. A veces severas. Pero, finalmente, siempre se acaba imponiendo la voluntad de viajar.
Durante nuestro paso por la Patagonia conocimos a una pareja que viajaba en una enorme furgoneta vivienda. Vivían de lo que iban ganando en la ruta, disfrutando de una vida que no cambiarían por nada del mundo. Su objetivo: recorrer América en su vehículo desde Ushuaia hasta Alaska.
Unos meses después de conocernos nos enteramos, con una gran tristeza, que habían roto el motor. Pararon a trabajar durante un tiempo en Chile, y después de pensárselo mucho, optaron por volver a Buenos Aires con la idea de ahorrar lo suficiente para poder arreglar el vehículo y seguir persiguiendo su sueño. Los meses fueron pasando, sin que nuestros amigos argentino volvieran a la ruta, pero yo estaba convencido de que, tarde o temprano, retomarían el viaje. Hace unos días nos comunicaron que piensan volver a la ruta, y que lo harían… ¡en bicicleta! Una opción más económica que les permitirá seguir haciendo lo que más desean en este mundo: viajar.
Más allá de la sociedad de consumo
Nos guste o no, vivimos en una sociedad de consumo. Es un hecho. Cada día, desde que nos despertamos hasta que nos vamos a dormir, nos acribillan con anuncios que nos dictan qué nos conviene, qué es bueno y qué es malo, o hasta qué debemos hacer para ser felices. Después de viajar durante casi medio año por la Patagonia, cuando volvimos a Buenos Aires hace aproximadamente un año, la publicidad nos causó un tremendo efecto.
Tras un largo tiempo sin estar sometidos al bombardeo masivo de la publicidad metropolitana, entrábamos de nuevo a la gran ciudad, y un sinfín de carteles publicitarios nos daban la bienvenida con decenas de absurdos mensajes. Conforme nos adentrábamos en la selva de asfalto, las sencillas construcciones de las villas bonaerenses aparecían al costado del autopista, y contrastaban con los omnipresentes rascacielos que destacaban al fondo, enarbolando las marcas publicitarias en sus tejados.
En ese momento del viaje ya nos habíamos acostumbrado a comprar lo que necesitábamos y no lo que nos dictaban los anuncios. Cuando nos pusimos a analizar algunos de los mensajes que destelleaban a lado y lado de la carretera, nos parecieron realmente ridículos. Hasta entonces lo habíamos visto como algo normal, o posiblemente no nos habíamos parado a analizarlos, porque ya formaban parte de nuestras vidas. Pero en ese momento me pareció surrealista que tuviera que comprarme un móvil de última generación para poder estrechar la relación con mi novia, consumir un refresco hiperazucarado para sentirme mejor o pasar por el centro comercial de la esquina para ser feliz. Claro, allí encontraría el móvil, el refresco y todo lo demás…
Vivir en una sociedad de consumo te acaba creando unas necesidades irreales, sugestionadas. Ganas, ganas, ganas… y tienes que gastar, gastar, gastar. Y si ganas poco, entonces tienes que pedir un crédito. Te van a dar todas las facilidades para que puedas seguir gastando. En las grandes ciudades brasileñas, nos llamó la atención pasar por delante de favelas con cientos de construcciones decadentes de gente humilde que posiblemente no tiene los recursos para vivir en una casa más decente. Pero cientos de antenas de televisión por cable asomaban por encima de los maltrechos tejados. Mientras tanto, en España, las noticias denunciaban los suicidios de los propietarios de tantos pisos que se quedaron en la calle con una deuda multimillonaria, porque no pudieron pagar la hipoteca.
Sí, lamentablemente ésta es la sociedad donde nos ha tocado vivir. Es evidente que no por salir a la ruta dejamos de estar en ella. Pero vivir viajando te permite verla desde otra perspectiva. Apartarte algunos pasos para que no te absorba. Salir de las grandes ciudades para rodearte de naturaleza, para volver a las raíces y reflexionar sobre lo que realmente te hace feliz. Seguramente por eso hace tiempo que, en general, dejamos de comprar objetos que no necesitamos. Vivimos con poco. Pero no nos falta nada. Vivir viajando nos proporciona prácticamente todo lo que precisamos para ser felices.
Y hasta aquí llega este post. En el próximo, el último de la serie sobre la financiación del viaje, os avanzaremos algunos de nuestros proyectos actuales y os explicaremos cuáles son nuestros planes de futuro para seguir viajando durante muchos años más.
Clica aquí si quieres leer la siguiente parte del post ‘¿Y cómo lo hacen para financiarse el viaje?’
Clica aquí si quieres leer la primera parte del post ‘¿Y cómo lo hacen para financiarse el viaje?’
6 comentarios en “¿Y cómo lo hacen para financiarse el viaje? (III): Gastar poco para viajar más”
Hola… muy bueno el mensaje …..en verdad tienes razon , hoy en la actualidad la publicidad bonbardea en nuestra mente obligarnos que hacer o no…. saludos desde peru.. -lima
Hola Gabriela! No, no. La foto está tomada en el norte de Chile, un lugar mágico y muy poco conocido, perdido en la inmensidad de la costa del Pacífico chileno. Si te interesa el punto exacto para visitarlo podemos revisar el mapa, a ver si podemos marcar las coordenadas.
Una gran reflexió que incita a canviar el nostre model de vida. Gràcies!
Hola! ¿la foto de la cueva es en Pto Pirámides?
Hola pareja!
Nos conocimos en las furgofallas de hace unos 3 años, si mal no recuerdo.
Me ha gustado mucho esta ultima reflexión de la sociedad en la que vivimos. La verdad es que vivimos rodeados de bombardeo consumista a diario. Mi pareja y yo ahora mismo, nos estamos replanteando que es lo que necesitamos y que es prescindible en nuestros gastos mensuales, ya que hemos tenido un bebe y queremos cojer una exedencia laboral para disfrutar de la crianza. Por que os cuento mi caso? Para dejar ver que con poco, siempre y cuando sea lo justo y necesario, es suficiente. Y que siempre hay alternativas de ahorro, ejemplo (en nuestro caso) pañales de tela. Y nuestras vacaciones, preferimos mil veces ir con nuestro «apartamento con ruedas» nuestra T4 a ir de grandes hoteles, así nos sale mas economico y disfrutamos incluso mas a nuestro aire. Queremos criar a nuestra hija en este ambiente, que aprenda a valorar que lo que tiene. Y que viajar con los papis e ir a rios en lugar de macro complejos turiticos, es ideal!
Ahí queda mi pequeña aportación!
Un besazo!
Meritxell, Dani i Lluna
llevas mucha razon, es muy acertado todo lo que comentas, Gracias….