Cuando te encuentras frente a frente ante un ser que nació antes que el cristianismo y que, a pesar de la acción del tiempo y del hombre, se mantiene firme como el primer día, pero mucho más grande, te vienen una gran cantidad de pensamientos a la mente.
Ésta ha sido la sensación que hemos experimentado en el Parque Nacional Pumalín cuando nos hemos topado con nuestro primer alerce milenario. Con sus ramas llenas de musgo, que han ido creciendo en forma de tentáculos, lanzando hacia nosotros las gotas acumuladas de las últimas lluvias, parecía que se quisiera comunicar con nosotros. Si estos alerces pudieran hablar…
Mientras paseamos por el sendero de los alerces, en uno de los parques nacionales situados más al norte de la carretera austral, sentimos la presencia de estos gigantes de la naturaleza, de estos abuelos de barbas verdes que convivieron con los pobladores nativos antes que el hombre blanco lo sometiera a su voluntad. Ahora conviven con los miles de turistas que cada año caminan, maravillados, por este entorno teñido de verde.
Estos alerces milenarios, una de las tres especies más longevas del mundo, ajenos al mercado y a la moneda, vieron como pasaban a ser propiedad del multimillonario norte-americano Douglas Tompkins, que actualmente gestiona a través de la Fundación Pumalín las más de 300.000 hectáreas que comprende uno de los parques privados más extensos del mundo.
Durante nuestro paso por el Pumalín nos hemos cruzado con más de una persona que se ha mostrado crítica con este autodeclarado filántropo, que fue el creador de la marca North Face y propietario de la marca Esprit hasta que decidió comprar bastas extensiones de tierra en Chile y Argentina para dedicarse al conservacionismo, o al menos esa es la versión oficial.
Aunque las motivaciones del parque se encuadran dentro de la preservación de la naturaleza, en un mundo donde prácticamente todo se puede comprar -por suerte todavía hay algunas cosas que no se compran con dinero- el hecho de que una sola persona, extranjera, posea una franja de terreno tan extensa que divide a un país en dos ha levantado algunas suspicacias entre una parte de la población. Parece que Chile ha caído en la trampa del laissez faire
Estos árboles que nos han acompañado durante nuestro trayecto por el parque Pumalín también han sido testimonios, desde la distancia, de la abertura de la carretera austral, cuando corrían los años 1976. Lamentablemente, en la actualidad todavía se conserva algún letrero a pie de carretera que recuerda el nombre de su creador: Carretera Augusto Pinochet.
Tal vez va siendo hora de ir dejando atrás las viejas nostalgias y que los letreros teñidos de sangre empiecen a suprimirse, aunque por el camino nos hemos encontrado con más de un chileno nostálgico, y también con más de uno que, a pesar de declararse contrario al régimen que asesinó a más de 40.000 personas en el país, no duda a deshacerse en elogios hacia el dictador por la construcción de esta vía.
Pero más allá de las reflexiones sobre cuestiones relativas a la economía o a la política me quedo con las reflexiones sobre la vida. Mirando uno de los alerces milenarios me empiezo a sentir pequeño, muy pequeño. Ya nos pasó cuando fuimos al observatorio turístico Mamalluca, en la Serena, donde nos sentimos tan insignificantes mientras nos explicaban la magnitud del universo donde hemos tenido la suerte de caer.
Reflexiono sobre la vida, sobre la corta vida que tenemos al lado de estos gigantes milenarios y pienso que está para disfrutarla, para exprimirla al máximo, y no para ver como pasan los años sin hacer lo que queremos y lo que nos llena. Hace ocho meses nosotros dimos el primer paso: dejarlo prácticamente todo para empezar a viajar por el mundo. ¿Y tú? ¿Ya has dado el primer paso para hacer lo que realmente quieres?
1 comentario en “El árbol que nació antes que el cristianismo”
quina experiencia mes guapa esteu tinguent! un saludo!!!!!! guapos!