Capítulo 3. Furgo rincón de Emilio y Delfina: No se trata de un rincón especialmente conocido, ni tampoco concurrido por las furgonetas. Sin embargo, la ermita de Sentfores y su entorno son un lugar ideal para cualquier viajero que busque un punto tranquilo para estar y una zona para hacer algunos paseos relajados que transcurren entre ríos y zonas boscosas.
Tras coger el vehículo y un plácido paseo de unos veinte minutos, se puede llegar al salto de la Fou, rodeado por vegetación y enmarcado en una gruta. Si el viajero cuenta con más tiempo, la ruta entera del camino de la Fou se alarga durante una hora y media o dos horas, mientras que la zona también esconde la cueva del Diablo, un punto rodeado de historias y leyendas, según las cuales la persona que vaya el 24 de agosto se convertirá en piedra.
Área de servicio
Vigilada por una agradable familia de ermitaños, la ermita de Sentfores cuenta con aseos, mesas y una zona para aparcar, detrás de la ermita. Los ermitaños estarán encantados de abriros la iglesia para mostraros el interior.
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No se trata de un rincón especialmente conocido, ni tampoco concurrido por las furgonetas. Sin embargo, la ermita de Sentfores y su entorno son un lugar ideal para cualquier viajero que busque un punto tranquilo para estar y una zona para hacer algunos paseos relajados que transcurren entre ríos y zonas boscosas.
Los gatos de Sentfores
Delfina y Emilio -que ya rebasan los 70 y los 80 años, respectivamente, y conocen bien el país- nos avisaron que la ermita estaba llena de gatos que corrían a sus anchas por los alrededores de la construcción. Poco después de aparcar la furgoneta, los felinos fueron rodearnos, curiosos, pero desconfiados a la vez. Dispuestos a correr si realizábamos cualquier movimiento más brusco de la cuenta.
Poco después, dos perros -uno mediano y otro minúsculo- salieron de la casa situada justo al lado de la iglesia. Fue entonces que conocimos Francesc, mientras que el día siguiente por la mañana nos encontraríamos con su hijo, Jaume. Se trataba de los ermitaños de Sentfores, que cuidan de la ermita y la muestran a los visitantes.
La iglesia de Sentfores
Con mucho gusto, al día siguiente nos mostraron el interior de la iglesia y nos explicaron algunos detalles sobre la fauna -sobre todo de los pájaros- que podemos encontrar en la zona. Tras despertarnos con el potente y a la vez exquisito canto de una especie que hasta entonces no éramos capaces de distinguir, Marta grabó algunos pájaros, que aparecían y desaparecían de entre los árboles como si jugaran al escondite.
La conversación con los ermitaños nos reveló que nuestro compañero de sueños fue el ruiseñor, otro viajero que se deja ver en esta estación y que ya nos acompañaría prácticamente durante todo el viaje. Los ermitaños también nos recomendaron que hiciéramos una excursión desde el pueblo de Sant Martí de Tous hasta el salto de la Fou, la versión reducida de un itinerario habitual de la zona, que también pasa por la iglesia.
Tras un plácido paseo de unos veinte minutos, llegamos al salto, rodeado por vegetación y enmarcado en una gruta. Si el viajero cuenta con más tiempo, la ruta entera del camino de la Fou se alarga durante una hora y media o dos horas, mientras que la zona también esconde la cueva del Diablo, un punto rodeado de historias y leyendas, según las cuales la persona que vaya el 24 de agosto se convertirá en piedra.