Algunas zonas del planeta nos despiertan una curiosidad especial después de ver una imagen que nos impactó en un documental, en un blog o en una revista. Así me sucedió con los sarcófagos de Karajía, vestigios funerarios de una antigua civilización del nordeste del Perú: los Chachapoyas.
La primera vez que vi los sarcófagos de Karajía fue en Barcelona, varios años antes de emprender este largo viaje por el continente americano. Fue en una revista de viajes, ese instrumento mágico que hace viajar a los soñadores y que hace soñar a los viajeros. Y que hoy en día comparte función con blogs de viaje como éste.
Por largo tiempo estuve intrigado por esas seis figuras antropomorfas, pintadas con colores rojizos, integradas en lo alto de una montaña rocosa que permanecía perdida en algún punto recóndito del norte peruano, a más de 10.000 kilómetros de distancia.
Desde ese primer contacto visual, una energía me ha atraído hacia la zona de Chachapoyas. Y una serie de preguntas han asaltado mi curiosidad. ¿Quien los habría colgado ahí arriba? ¿Por qué lo harían? ¿Cómo se habrán podido conservar en tan buen estado después de cientos de años expuestos a las inclemencias climáticas? ¿Seguirían los restos humanos dentro de los sarcófagos?
Los años fueron pasando. Y el sueño se convirtió en viaje. Un viaje por toda Sudamérica. Pero cuando llegó el momento de visitar el norte de Perú, el tiempo del permiso migratorio se nos tiró encima y no pudimos pasar por la zona de Chachapoyas. Seguimos nuestra ruta hacia el norte hasta alcanzar el punto más septentrional de Sudamérica, en el Caribe colombiano. Una vez allí, algo nos incitó a poner el freno y no seguir nuestro camino hacia Centroamérica. Nos sentíamos a gusto viajando por Sudamérica y nos habían quedado algunas zonas pendientes. Entre ellas, evidentemente, estaba Chachapoyas. Finalmente, volvimos hasta esa región donde la mi imaginación tantas veces me habían transportado.
Mientras recorríamos las carreteras serpenteantes del norte peruano hacia los sarcófagos de Karajía, el guía local nos avanzaba algunas de las respuestas que me rondaban por la cabeza. Como la costumbre del pueblo chachapoyas de enterrar a sus muertos en puntos estratégicos y poco accesibles para contribuir a su buena conservación. O la confirmación de que algunos de los sarcófagos mantienen las momias originales en su interior, desafiando el paso del tiempo y la llegada del hombre occidental.
Tras dos horas de recorrido por carretera desde la ciudad de Chachapoyas, llegamos a San Miguel de Cruzpata, un pueblecito apartado donde las señoras tejen todavía a la forma tradicional. Algo más de media hora caminando en solitario fue suficiente para llegar hasta la montaña que alberga los enigmáticos sarcófagos. Un escalofrío recorrió mi cuerpo en los metros finales. Finalmente, me encontraba cara a cara con estas figuras, que los pobladores denominan purunmachus (del quechua purun, salvaje, y machu, antiguo).
A unos 24 metros del suelo reposan las seis figuras de dos metros y medio cada una. Sus cabezas cónicas contienen semblantes de mandíbulas prominentes y nariz abultada. En dos de ellas yacen en equilibrio dos calaveras humanas. Y en el cuerpo de los sarcófagos todavía se puede apreciar los detalles pintados en tonos rojizos, como sus collares y pectorales, sus túnicas y hasta sus genitales. Alguno tiene pitados también los ojos y la barbilla. Los seis centinelas siguen observando el horizonte, vigilantes, como protegiendo un legado que les ha sido confiado.
Por increíble que parezca, el sitio arqueológico se mantiene prácticamente fiel al original. A pesar del paso del tiempo y del trabajo insaciable de los saqueadores. Salvo por un detalle. Originalmente, el conjunto tenía un total de 7 sarcófagos. Se cree que uno de ellos se derrumbó en el sismo que hubo el 1928, dejando agujereados los otros dos que tenía al costado. De manera que cuando fueron localizados en 1985, los arqueólogos ya se encontraron con 6 de los 7 sarcófagos. Y pudieron acceder a los cuerpos momificados de los dos purunmachu dañados después del sismo. Los otros cuatro sarcófagos todavía mantendrían sus respectivas momias en su interior.
OTROS LUGARES DE LOS CHACHAPOYAS
La visita a los sarcófagos de Karajía despertó todavía más mi interés por la cultura Chachapoyas. Destacó por sus construcciones funerarias, como las que podemos encontrar en Revash o en el sitio arqueológico de la Petaca. Aunque el descubrimiento más increíble fue en la laguna de los Cóndores. Actualmente, el museo de Leymebamba conserva más de 200 momias procedentes de este lugar sagrado para los Chachapoyas. En el próximo post os explicamos nuestro paso por estos destinos. Así como la visita al sitio arqueológico más visitado de la región: la ciudadela de Kuélap.
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2 comentarios en “Sarcófagos de Karajía, los centinelas del legado Chachapoyas”
Gracias a ti por apreciarlo y por dejarnos el comentario, Nancy.
Un saludo!
Felicitaciones , buen relato , gracias x compartirlo.